Alzheimer
El Alzheimer es reconocido internacionalmente como el causante más frecuente de la demencia. Clínicamente se caracteriza por la pérdida de memoria, pero además presenta aparejados otros síntomas tanto de tipo cognitivo, en la personalidad y el comportamiento.
La enfermedad suele presentarse a partir de los 60 años, aumentándose el riesgo conforme las personas envejecemos y también por otros factores como la genética, las patologías cerebrovasculares o inadecuados hábitos de vida. También existe un Alzheimer de inicio temprano, con un inicio del deterioro cognitivo antes de los 60 años, que representa el 5% de las personas afectadas: un 1% debido a causas genéticas y, el otro 4% por diferentes factores.
El desarrollo de la enfermedad es progresivo y en sus fases más avanzadas los afectados sufren un deterioro de su autonomía que desencadenará en dependencia incluso para la realización de las actividades más básicas.
Existen tratamientos farmacológicos y otros de tipo no farmacológico siendo ambos útiles y complementarios. Aun no existiendo cura los primeros son especialmente eficientes en las fases iniciales de la demencia dado que ayudan a paliar síntomas y ralentizar la evolución, optimizando la calidad de vida de los afectados.
Son de vital importancia los tratamientos no farmacológicos específicos para paliar los síntomas de la enfermedad principalmente dirigidos a fomentar la autonomía y el bienestar de los afectados y las personas que los cuidan.
El trabajo de terapias no farmacológicas del Alzheimer y las demencias se realiza por un equipo profesional interdisciplinar formado por Psicólogos, Fisioterapeutas, Trabajadores sociales, Dues y distintos Auxiliares. Siendo siempre un trabajo coordinado en equipo y orientado específicamente a cada usuario dentro de centros especializados.
Las terapias se apoyan en técnicas como la psicoestimulación, la estimulación cognitiva, la reminiscencia, la musicoterapia y arteterapia, la orientación en la realidad, la estimulación sensorial, la terapia con animales, el ejercicio físico o la psicomotricidad, entre otras.
Estas terapias son muy útiles porque contribuyen a mejorar el estado de salud general y calidad de vida de las personas enfermas y sus cuidadores, optimizando su estado de ánimo y bienestar.